martes, 16 de marzo de 2010

La clase.



-No me hubiese importado sufrir un poco de calor, ni estar sin luz, aunque ahora lo esté, pero la diferencia va incrementada por la perversión de su sombra maestra-.La chica, divagaba en recuerdos de hace algunas horas antes, los recordaba ajenos, alterados, distanciados de su presente. Hace tres horas.


Eran las cinco en punto y ella aún no estaba lista. Se vestía pensando en lo poco atractivo que le resultaban los lunes, nada la seducía esos días. Otro lunes vencido ante la rutina y la seguridad adictiva, enterrado bajo una ceremonia de una clase que una vez llegó a ser de sus favoritas. De eso hacía tiempo.

Lo que le atraía de la clase era su planeada manera de sorprenderla, su juego con la improvisación como si ella y sus compañeros fueran parte de una obra plástica de un buen pintor, en este caso el profesor. Pero para sumarse a la inconformidad y desdén que se apoderaba de ella, la clase se había tornado tortuosa incluso más que cualquier clase de historia y el tiempo parecía disfrutarlo cínicamente.

Con el último crepúsculo el profesor llamó al primer alumno a corregir su trabajo. Eran 20 alumnos y el tiempo de las correcciones era relativo a una gran incógnita, ¿La dificultad del alumno para entender el trabajo, o bien, la destreza?, ¿El humor del profesor?, evitaba pensar en ello, de cualquier forma ese día estaría entre las últimas para evaluar su trabajo.

-Nadie puede irse después de la revisión, hoy al final de la clase explicaré unas pautas para su próximo trabajo-, Era la quinta vez que el profesor lo decía y era la quinta vez que la chica se preguntaba qué tan difícil era asimilar una instrucción tan sencilla en un salón donde el silencio parecía controlarlo todo.

Cuatro de sus compañeros ya habían pasado y ella decidió salir con otros tres a hablar, bromear, hacer menos pesado el proceso. Aquel instituto no era muy seguro, de hecho cualquier instinto de cordura admitiría que era casi un suicidio colectivo ver clases a esas horas de la noche. La joven, tenía la teoría que las personas encargadas de planificar los horarios del instituto, eran ex convictos o ex drogadictos en rehabilitación, lo que significaba que estaban narcotizados la mayoría del tiempo y le parecía bastante lógico. No había vigilantes alertas, ¡Qué novedad!, la chica y sus tres compañeros se sentaron en un banco a conversar, la inseguridad no parecía alterarlos, mucho menos atemorizarlos. Eran cuatro personas, todo estaba bien.

Después de unas cuantas burlas a sus otros compañeros y profesor incluido, además de conversaciones suspendidas por otras conversaciones, la chica les sugirió a los demás que entraran al salón, con la excusa de que pronto sería el turno de uno de ellos y el profesor no parecía lo bastante condescendiente como otros días. Ninguno quiso entrar. Tal vez les agobiaba la monotonía y ella los comprendía, pero aún así entró sola y acordó en avisarles cuando les tocara.

El reloj marcaba las siete de la noche y con el los diez alumnos que faltaban para que fuera el turno de ella. Descubrió que perderse en su propia mente era un buen catalizador contra el tiempo, pero le duró poco, fue entonces cuando se dió cuenta de la negrura de las ventanas de esa aula. Atraída por esa oscuridad que dibujaba una perturbadora pero seductora nada decidió acercarse hasta tocar la fría ventana y se decepcionó, en el fondo deseaba poder traspasarla o por lo menos ver más allá de ella. De cerca su único atractivo era una oscuridad infinita.
Distraída colocó la cabeza pegada a la ventana, sentiendo el frío alojarse en su oreja pero fue algo más lo que la congeló. Al otro lado, no supo como, algo dio un golpe al vidrio justo donde ella se había posado. Fue como si despertara de repente, sentía como la sangre de su cuerpo reaccionaba sorpresivamente junto con los nervios que empezaban a nacer en su interior. Alguien la había visto desde fuera, tal vez sus compañeros, pero en el fondo sabía que era poco probable. ¿Debía comentarle algo al profesor?, por supuesto, aunque dudaba que le creyera.

Cuando decidió hablar fue el pánico quién lo hizo: –Creo que hay algo o alguien afuera…acaba, acaba de golpear la ventana, lo sentí justo del…del otro lado profesor-, -Tranquilízate, te has quedado dormida a la ventana y probablemente estabas soñando…-, -No estoy imaginando nada profesor. Sé que lo sentí, no estaba dormida…si fuera una broma, ¿cree que me molestaría en decirlo?- . Su voz sonaba más alterada sin proponérselo, necesitaba agua, la garganta se le secaba con cada palabra. El profesor comenzó a notar algo de cierto en lo que decía su alumna, se paró de su escritorio y se acercó más hacia donde estaba ella.

- ¿Hay alguien más fuera?- preguntó.
- Sí, tres de mis compañeros. Hace rato les dije que entraran conmigo pero no quisieron…- Respondió ella vacilante, si era una falsa alarma no quería meterlos en problemas con el profesor.
- Seguramente fueron ellos para molestarte, saldré a decirles que entren.- El profesor empezaba a irritarle la paranoia de su alumna, no estaba de humor para perder el tiempo.

La chica oyó pronunciar en voz alta los nombres de sus compañeros por el profesor, tenía miedo, los otros alumnos parecían distantes de lo que pasaba, inalterados, robotizados. Al cabo de unos minutos entro el profesor dejando materializado su mayor temor. Sus otros tres compañeros habían desaparecido.

-Joder, lo que me faltaba para completar mi día, unos alumnos secuestrados- El profesor comenzaba a sentirse impotente, era cuestión de tiempo que algo así le pasara en una de sus clases. Malditas autoridades, pensó, se los había advertido una y otra vez y lo peor era que había recorrido toda la escuela y además de ellos no había señales de vida en los alrededores.

- No nos dejemos llevar por los nervios, tal vez es pura coincidencia y ellos sólo se escaparon para no tener que quedarse hasta tarde y no lo hemos notado- , El alumno que estaban corrigiendo antes de que todo ocurriera intervino, pensaba con una lógica manipulada por terminar lo más pronto posible su evaluación.


La joven se dispuso a responder, pero no lo hizo, de nuevo se perdió en sus pensamientos. Nada de lo que pasaba era normal, lo había visto en películas y el final no era bueno, estaban en la cueva del lobo, solos en una zona considerada peligrosa y sin ningún tipo de arma para defenderse sólo sus teléfonos móviles para llamar a la policía pero era más probable la muerte que la llegada heroica de un oficial. – Cierre la puerta con cadena y todo profesor, algo me dice que si son ladrones siguen aún escondidos y debemos dificultarles un poco su objetivo- dijo recobrando el sentido, pero en realidad dudaba de la efectividad de su idea. El profesor de acuerdo con la propuesta se acerco con un alumno hasta la puerta para ponerle candado. –No, no es necesario que apaguen la luz-, dijo la chica al ver que una compañera se disponía a bajar el interruptor.- A estas alturas ellos saben que estamos aquí por lo tanto…

La oración quedó suspendida en el aire, en ese momento la electricidad del aula se suspendió. Buen momento para racionar la luz, pensaron muchos en el oscurecido salón pero ninguno lo dijo en voz alta, en el fondo era algo más que una coincidencia, algo más que un mal día. Tal vez un juego, un ingenioso y excitante juego para alguien externo que los observaba, que los cazaba y ellos eran las piezas a punto de perder.

Fueron pocos los minutos de supuesta tranquilidad. La chica no podía pensar, mucho menos planear escapatorias milagrosas a los que iba a suceder, supuso que sus compañeros y el profesor estaban igual o peor, lo único que le venía a la mente era pensar en presentes alternativos a esté y se arrepintió de retar a la rutina horas antes. Hace tres horas. Peros sus presentes en los que ya ella se encontraba sana en su casa pegada al ordenador se convirtieron en una realidad congelante y arrogante cuando se oyeron los predecibles forcejeos de la puerta del aula.

La puerta quedó abierta y tras ella se oyeron unos pasos adentrarse. Parecían ser tres individuos que se deslizaban sigilosa y calculadoramente casi calmados y lo que aterraba aún más, seguros. Y entonces una voz preguntó: - ¿Alguno de ustedes se imaginó hace tres horas que iban a morir hoy?, espero de verdad que los minutos que les he regalado digamos, “de vida” les haya sido suficiente para entenderlo-. El individuo hablaba indiferente y con un hilo de ironía que parecía estar disfrutando placenteramente, mientras los otros dos comenzaban con la matanza, y ella sin poder ver nada, esperando.

La verdad era, que jamás se había imaginado su muerte, mucho menos ese día. Estaba completamente errada, sólo pensaba en un tiempo bastante alejado para llegar a ella y subirse a su tren eterno, pero el tren la encontró a ella primero, era injusto por supuesto, no se lo merecía pero a los antojos de la dama oscura no hay réplicas. Jamás lo había pensado, pero ahora tenía una idea de cómo sería…



Tres días después en un periódico local se estaba escribiendo un artículo.

Autoridades descubren datos ocultos en asesinato de estudiantes y profesor del instituto XXX

Los detectives encargados del caso del asesinato de los estudiantes y el profesor dejaron al descubierto pruebas que afirman que los autores no eran asesinos comunes sino unos jóvenes entre 25 y 30 años registrados como estudiantes en el sistema de la institución en donde ocurrió el crimen. La identificación corresponde a XXXX XXXXX, XXXX XXXXXX, XXXXXXXXX XXXX.

Las investigaciones que realizaron las autoridades descubrieron que no era el primer crimen que cometían el trío de asesinos , estos ya habían llevado a cabo otros dos asesinatos de una estudiante y un trabajador del instituto en el mes de noviembre del año paso y otro de tres estudiantes en el mes de mayo del mismo año, Todos archivados y ocultados a la luz pública.
Al parecer los homicidios habían ocasionado preocupaciones entre las autoridades del instituto pero optaron por mantenerlo bajo perfil sobornando a los medios de comunicación locales para que nadie estuviera al tanto de que ocurría en las aulas en el horario nocturno.


Por supuesto, este artículo jamás se publicó.



Rosaura Rojas Díaz
ci. 19496312
16/03/2010

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